Este es el concepto del primero de los siete puntos que forman la complexión de la iniciativa Ambra; habla de una lágrima, una emanación, de un tipo específico. El impulso principal de esta iniciativa no es otro que la compasión, y esta palabra debe ser bien entendida por aquel que resuene con ella en alguna medida. Dejemos de lado la descripción de diccionario de esta palabra así como de aparentes sinónimos.
Entendamos compasión como un enorme deseo de inclusión, un deseo de que el otro pueda disfrutar de lo que uno ya disfruta. Es un estado que reconoce en el otro su condición actual y que esta podría ser mucho mejor de lo que es. El compasivo es capaz de ver el potencial futuro de su prójimo y busca llevarlo a ese estado mejor y que él mismo conoce por experiencia: no está enfocado en el dolor y aliviarlo sino en el potencial futuro de alegría. Es el impulso de no concebir que el otro no pueda disfrutar de lo que uno disfruta.
Verdadera compasión no es la identificación con el dolor del otro sino con su potencial, la lágrima es por un reconocimiento de que las pasiones de su prójimo están siendo frustradas.
Es importante decir que quien desee servir a este punto debe haber superado, al menos en gran medida, la simpatía entendida como sentir el dolor del otro por identificación con éste o auto-victimizaciones, sino que ha de tener suficiente experiencia de un estado de auto-realización en orden de poder llevar a su prójimo al estado del que él mismo goza.
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"Compasión por el que tiene menos oportunidad o esperanza; por un pobre, por un niño sin hogar, por un desplazado, por quien sufre e independientemente de su ingreso monetario. En general, por quien no encuentra lugar en el desarrollo económico actual."
Una respuesta a “Una Lágrima de Compasión”