Bella Justicia

El lector habrá notado que en nuestros escritos no citamos fuentes al mencionar algun dato ni nos esforzamos en demostrar nuestras afirmaciones conceptuales, esto es así con el objetivo de que el interesado voltee su mirada a sus propios conceptos, investigue, analice, participe y se cuestione, y que el mismo origen que nos inspira a nosotros le indique (si es que hace este trabajo reflexivo continuamente y su intención es verdaderamente servir para crear un mundo mejor) si las ideas que desarrollamos en estos artículos son verdad o no.

El elemento “Justicia”, esto es, orden, separación, clasificación o un tipo específico de limitación, es el vehículo primero para el efectivo desenvolvimiento de cualquier plan realmente compasivo, y en esta línea de pensamiento continuamos la descripción del segundo punto de la iniciativa Ambra: rescate a los individuos meritorios. ¿Cuál podría ser la señal, la marca, para determinar a un “meritorio” para Ambra? Esta limitación de ofrecimiento de oportunidad se basa en un concepto de llevar un plan compasivo a la realidad de forma efectiva, es decir exitosa, y de ninguna manera bajo la idea de “merecimiento” común que tristemente suele esconder algún tipo de crueldad. Para este entendimiento es que el artículo anterior y anteriores en esta categoría han sido escritos.

¿Qué hace feliz a un individuo? ¿Qué necesita para serlo? ¿Es lo mismo para todos? ¿Qué diferencia hay entre Felicidad, Gozo y Dicha (plenitud, beatitud)? Estas preguntas que no intentaremos desarrollar más en estas líneas, son escritas solo para afirmar que si bien todos los seres humanos son intrínsecamente iguales, no están en la misma etapa y ello no tiene que ver siempre o de forma pura con una edad cronológica ni con un origen socioeconómico en general. Hay “algo” que le indica, a cada individuo y dentro de éste, la necesidad o no de cierta búsqueda relacionada a estos tres conceptos llamados, para efectos de reflexión en este artículo, felicidad o satisfacción, gozo o alegría, y dicha o realización.

Dejemos en claro que I12 Foundation reconoce la necesidad de buenos esquemas regulatorios para la competencia económica y evitar la concentración de capital en pocas manos, tanto como de que esta regulación nunca debe perder el enfoque a que el esfuerzo de producir disminuya, y participamos en ambos esfuerzos, no obstante, la solución final que proponemos en el largo plazo y fundamento de Ambra parte de un enfoque completamente invertido a la redistribución de recursos o a el simple aumento de la producción, sino que afirmamos el poder de la vocación como el mecanismo liberador de este mundo; impulsar, es decir, detonar, el poder creativo del individuo listo para ello y colocado en los lugares adecuados para dirigir, como solución final. Una oportunidad para salir de cierta condición limitante debe ofrecerse a quien busque algo más que la satisfacción, ya no debe buscar simplemente la felicidad pues este concepto corresponde al nivel de consumo y todavía no al nivel de Dar. Un humano conectado con su corazón es imparable, no importa lo difícil que pueda ser el establecimiento de una empresa en su país.

La fuerza de grupos numerosos de humanos dedicados a sus diferentes vocaciones sin interés en un retorno salvará al mundo, como lo hace en todo ciclo de crisis. Soñamos que esto suceda como una forma común de vivir sin necesidad de crisis cíclicas dolorosas para desencadenar este comportamiento. Este tipo de humano, el que está dispuesto a dar mucho, mucho más de lo que le interesa recibir a cambio, no es la regla todavía, pero ya puede que sean varios millones los que se encuentren en cada rincón o estrato socioeconómico esperando una oportunidad para ser colocado en una posición de mayor influencia o medios de producción. ¿Por qué esta distribución de individuos con potencial dador aparentemente tan aleatoria? Eso no es asunto nuestro ni de esta categoría de artículo, pero es un hecho que nos comprometemos a demostrar con la iniciativa, mostrándolo por ejemplo con el surgimiento de una niña o un niño que nace o vive sin esperanza, transformado en nada menos que el esplendor de lo que ya estaba presente en lo profundo de su ser sin ser notado.

Como hemos dicho en otro lugar, elegimos al país llamado México para iniciar un trabajo y acción dadas sus condiciones representativas de la esfera completa; si tenemos éxito ahí, el modelo puede replicarse en cualquier parte del mundo. El patrón de la distribución de la pobreza, dispersión poblacional, su geografía diversa, sus mezclas étnicas, su fuerte desarrollo económico actual y potencial, concentración de la riqueza y contradicciones, replican un patrón muy representativo del planeta desde el siglo pasado, las tendencias actuales y los próximos cien años. Muy pocas explicaciones pueden encontrarse para justificar que se haya mantenido cohesionado como nación después de su independencia, pero lo hizo. Quizá pueda cumplirse y salir desde esa tierra la profecía universal para el ser humano, detrás de toda tradición fundacional de civilización y que seguramente conocían los diseñadores de su escudo nacional; después de muchas vicisitudes de purificación, el Espíritu al fin vencedor en una tierra prometida, firme sobre el mundo sensible, controlando la fuerza que anima la materia y alimentándose conscientemente éste de ella, uniendo por fin a los aparentemente opuestos.

La rectificación de las contradicciones, tristezas y sufrimientos en este mundo como lo son la emigración por precariedad laboral o inseguridad pública, barrios marginales, la súbita inflación de precios que retrasa en décadas lo que se hubiere avanzado en igualar oportunidades, hambrunas aún por millones, la degradación del medio ambiente y otros, afirmamos, terminarán cuando las posiciones de influencia o dirección sean ocupadas por individuos verdaderamente creativos, pues la lograda capacidad creativa del individuo y el amor, es decir, proyecto para los demás, están directamente relacionados.

Cuando el individuo sintiere que la búsqueda por servir, repetimos, servir, a una vocación, le es necesaria, es la señal que Ambra busca. Es el mérito al cual nos referimos, la aparición de la señal de que un ofrecimiento para cambiar la condición actual tiene probabilidades de éxito en llevar al individuo a “ser más de lo que expresa” al momento, y hacer de la iniciativa una fuerza dadora para el mundo y no una carga. El individuo pudiere tener cualquier edad, rol, condición, o estar en cualquier etapa de su vida social para que la necesidad de esta búsqueda exista o surja en él, pero, sin duda, la prioridad es la niñez en abandono o en riesgo.

Ambra es una iniciativa mental y no simplemente emotiva, por lo que un método tanto cualitativo como cuantitativo, sencillo y suficientemente certero, tendrá que existir para calificar como meritorio a un individuo y que permita llamarlo “ciudadano” de Ambra. Como ya mencionamos, no es asunto nuestro el porqué de la distribución de estos meritorios, sino el reconocer la Justicia en donde se encuentren al momento e identificar el inicio del dominio propio sobre su condición personal para la búsqueda que ya sienten dentro de sí mismos, para que la iniciativa les ofrezca una oportunidad dada su naturaleza no asistencial. Estos individuos darán ejemplo a otros e inspiración en su localidad. La base para determinar que esta oportunidad debe ser ofrecida ya que puede ser exitosa para concretar una situación creativa y no de dependencia, debe estar dada por una proporción que relaciona lo que se percibe en la conciencia como futuro, pasado, virtud y egocentrismo, más el quinto elemento de que exista una fuerte vocación que cause aspiración, literalmente, suspiros en el individuo. Una prueba sencilla para determinar si en el individuo el conjunto de estos cinco conceptos ya corresponde por lo menos en tres quintos a la aspiración de dar en lugar de recibir, o sea, un dominio suficiente por parte del individuo de la parte de no retribución inmediata sobre la que “tiene hambre” pero sin destruirla, sino usándola apropiadamente para traer aquello de los que ambas son efecto: el propósito de una existencia.

De la misma forma en que las hojas o semillas en algunas plantas han desarrollado una proporción en su distribución para que ninguna haga sombra a la otra y recibir eficientemente la luz solar, es cuando el siguiente paso es posible con los recursos presentes, es cuando algo puede verdaderamente comenzar a cambiar su tendencia. Cuando el individuo ya es capaz de posponer su placer o satisfacción personal por conocimiento, por un ideal, o por una idea, es la señal de que un ofrecimiento para un cambio de condición puede dar fruto, y es esta la verdad que han detectado ya varios estudios académicos clásicos sobre las personas económicamente exitosas. Como ya hemos dicho, es lo que algunos han identificado muy bien bajo el término “vocación”, sin embargo en el sentido que buscamos desvelar en el presente texto, esta es mucho más que un conjunto de aptitudes, inclinaciones, gustos o rechazos, sino que es el detectar una inmensa fuerza de dar un servicio, es decir, una ocupación que genera no la satisfacción o felicidad, sino gozo en el individuo y lo lleva por tanto a no desear el pedir nada a cambio; no es otra cosa que suficiente contacto, muy inconsciente al principio, con lo que se entiende por Espíritu, el cual, es de naturaleza grupal y en consecuencia la tendencia por querer conocer y desarrollar benefician al conjunto humano y entorno.

Por lo anterior, la prueba que Ambra realizará es de una naturaleza mucho más profunda, aunque más sencilla—para casi cualquier edad—, que toda prueba o conjunto de pruebas psicométricas vocacionales que no contemplen las ideas del presente artículo, pues estas ideas destierran el placer para colocarlo sometido a una fuerza que aquí ya no cabe con el término de satisfacción o felicidad, sino como gozo; dejamos el término dicha, plenitud o beatitud para condiciones aún más completas.

Mientras esta tendencia hacia el gozo por una vocación no inicie en la conciencia, el individuo aún debe vivir su condición actual sin mayores disrupciones de enfoque individual más allá de un piso colectivo de bienestar garantizado por el Estado, si es que pretende llamarse civilizado. La sensación para recibir la “benéfica disrupción”, el individuo debe mostrarla, mostrar que la condición que vive ya no le requiere al no reaccionar de forma negativa a ella sino por estar receptivamente alerta a un sueño por conocer y ser, un anhelo de comenzar a dar desde sí y no simplemente de pedir, sino que si es que pide, es para poder dar mucho más. Individuos así pueden encontrarse en todo lugar, pueden ser ricos o pobres en términos de bienes materiales, con estudios o con ninguno, pero eso, tener una vocación en los términos de este artículo, es decir, a la que se dedicarían sin pedir nada a cambio, sea cual esta sea, es el verdadero elemento igualador entre ellos. A estos es a los que Ambra ofrecerá una oportunidad, pues ambos, ya sea que uno viva en una mansión y otro en una alcantarilla, pueden no encontrar cabida en el desarrollo económico actual, son igualmente infelices (sin gozo) pero con igual potencial dador mínimo. Alguien con mucha vocación entenderá fácilmente esta afirmación, alguien con poca vocación seguramente le costará mucho más esfuerzo. Esto es Justicia, que, como puede deducirse de este análisis y al contrario del concepto común, de ninguna manera es ciega.]

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