El mundo existe y funciona en suficiente medida, sí, es cierto, pero sabemos que hay mucho por hacer; lo que entendemos como civilización humana avanza y evoluciona, pero en realidad siempre empujada por el dolor de los errores pasados más que por la voluntad hacia el bien puramente percibida y ejecutada. Los grandes conflictos ocurridos en la historia han obligado a la gran masa humana a poco a poco aceptar que el verdadero progreso solo puede partir de una paz que tiene que ser creada, primero entre una persona y otra, para pasar a una entre naciones. Sin embargo, esta claridad de visión que restaura al mundo después de un gran conflicto o tragedia se diluye cuando relativa estabilidad se logra, se hace poco practicada cada vez hasta que estalla la siguiente guerra o desastre natural.
Recomponer el mundo es la característica por excelencia de la compasión, que restaura las relaciones de amorosa bondad entre uno y otro ser humano, y que está siendo impulsada por muchos sinceros que buscan desterrar del planeta la crueldad, el prejuicio o la exclusión hacia uno u otro grupo social, hacia uno u otro ser vivo en general, hacia el entorno, o hacia alguna nación. No obstante, cuando este artículo afirma que hay mucho por hacer, es porque claramente el mayor esfuerzo no está aún con un motivo de verdadera compasión ya que no hay suficiente enfoque en arreglar definitivamente lo que es raíz de muchos o quizá todos los demás problemas, y que habría de ser inaceptable e intolerable para una civilización: la niñez en riesgo. Los niños en riesgo y sobre todo los niños sin hogar o en las calles, son los miembros de la sociedad más vulnerables que existen.
Se estima que el número de niños y adolescentes en alto riesgo, es decir, abandonados, sin hogar, con los lazos familiares rotos o viviendo totalmente en las calles supera los cien millones de individuos; más de cuarenta millones de estos en América Latina… aproximadamente la mitad, en México. Más de cien millones entonces en el mundo, la situación no da muestras contundentes de mejora, claramente empeora en las regiones donde el margen de desigualdad aumenta y si consideramos especialmente a todos aquellos niños en pobreza extrema, que son usados para acciones o vicios que no pueden sino hacer caer una lágrima en todo quien lo sepa, es una situación que simplemente debería llevar a una acción al unísono de las mujeres y hombres sanos de este planeta gritando: “esto no puede ser”.
La cifra es difícil de estimar, pero sabemos que son muchos más. La solución no está en un control natal masivo, pues el problema, como mencionamos, es la falta de expresión suficiente de lo que es fuente de bondad en general en el ser humano, y de eso, somos todos culpables.
La solución ha de venir por el rescate mediante un mecanismo no asistencial y sistemático de todos esos pequeños individuos abandonados o heridos que van desde los primeros años hasta la adolescencia, donde la sociedad asuma su responsabilidad en la continua creación de estos.
Es importante recordar que, como mencionamos en el artículo anterior en esta serie sobre el punto uno de la iniciativa Ambra, aquel que quiera ayudar activamente en esta especialización ha de tener un nivel suficiente de auto realización entendida como “el estar contento con lo que se tiene”, debe estar agradecido con la vida en primera instancia, pues solo así podrá llevar a otros a ese estado de suficiente bienestar interno que experimenta.
¿Habías pensado en el número de individuos más inocentes y sufrientes? ¿Conocías estas cifras o tienes más detalles? Comenta, pregunta, cuestiona… estamos siempre a la escucha. ¿Crees que podemos ya recomponer este mundo sin necesidad de experimentar una tragedia más u otra gran guerra? Traer a más de forma contundente e inteligente la expresión de la energía que predomina en todo niño, fuerza que restaura al mundo ciclo tras ciclo.]
Una respuesta a “Recomponer el Mundo”